Se calcula que hasta 2020 desde Venezuela habían migrado más de 5,4 millones de personas, una movilización sin precedentes en un país que en el pasado acogió a millares de migrantes de todo el mundo. Se preve que esta tendencia, masiva y en aumento, alcance este año la cifra de seis millones de venezolanos que han dejado atrás a su patria, hogar y en muchas ocasiones a sus familias, para iniciar una nueva vida en otros países. Desde luego, que tal número de personas tome la difícil decisión de emigrar indica que algo, grave y contundente, está pasando desde hace tiempo.
Hay muchas razones que pueden motivar a que una persona se marche de su país. Puede ser por un genuino deseo de cambio, para buscar nuevas oportunidades económicas, o por anhelar vivir cerca de la familia. Todas ellas son razones válidas, llenas de ilusión por empezar una nueva vida. Pero por desgracia, las circunstancias no son siempre así. Hay ocasiones en las cuales una persona se ve en la necesidad de decidir marcharse porque no encuentra ninguna otra alternativa. Muchas veces, tristemente, es una necesidad de supervivencia material, moral, psicológica.
En este post vamos a ver algunas de las razones de peso que pueden motivar a una persona a emigrar.
- La crisis económica
El caos, el sinsaber, la desesperación que conllevan no encontrar los recursos para llevar una vida digna, proveer a la familia y a los seres queridos. El peso de las crisis lo llevan sobre sus hombros los ciudadanos. Es fácil hablar superficialmente acerca del malestar económico y social, pero son los habitantes de un país quienes viven ese sufrimiento día a día; los que saben lo que se siente cuando no hay comida sobre la mesa. Cuando escasean los alimentos, las medicinas y otros servicios esenciales, y la esperanza porque todo vaya a mejor se va disipando día a día, comienzan a evaluarse otras opciones.
- Deficiencia de servicios
Cortes de electricidad, racionamientos de agua, caidas de Internet… Cosas que se deberían dar por sentadas en la vida moderna se convierten en bienes escasos, en privilegios. Todo se va volviendo más y más caro, más y más difícil, si no directamente imposible. Cuando para una persona darse una ducha, encender la luz o mantener refrigerados sus alimentos se convierte en un lujo, es fácil desesperanzarse y buscar una alternativa, un país en el cual llevar una vida digna que no esté condicionada de tal manera a la arbitrareidad de los servicios esenciales.
- Violación de los derechos fundamentales
Ya es suficientemente desgastante para una persona enfrentar a diario la escasez y problemas de aprovisionamiento, para adicionalmente hacerlo en medio de un clima social tempestuoso. Todo esto contribuye a situaciones que violan los términos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y que hacen que uno no deje de plantearse qué hacer. ¿Vale la pena vivir con miedo?
- Pérdida de la libertad de pensamiento y expresión
Expresar tu ideología o tu manera de pensar es un derecho fundamental. Perderlo supone un golpe durísimo contra la libertad esencial y personalísima de los ciudadanos de un país, un auténtico golpe a la identidad propia. Especialmente en tiempos en los cuales la tecnología y los nuevos medios ofrecen a los individuos la oportunidad de expresarse, es particularmente doloroso para una persona imponerse una autocensura para evitar ser perseguido, amenazado o apresado. Todo el mundo debería poder ejercer su libertad ideológica plenamente.
- Persecución política
Si los ciudadanos de un país no pueden expresar su opinión política suele ser por una razón muy concreta: el miedo a las represalias. La intolerancia institucional hacia las ideologías diferentes se suele traducir en persecución política. Todos aquellos que hayan alzado la voz en algún momento para expresar desacuerdo viven con miedo, pese a que la libertad de expresión es un derecho humano básico. La opción más segura y frecuente suele ser emigrar a otro país, a uno en el cual no haga falta temer por la libertad y la vida propia por manifestar una opinión.
- Inseguridad
Cuando las detenciones arbitrarias y el abuso ilegal de la fuerza se convierten en el día a día para los ciudadanos, cuando la persecución política culmina en ejecuciones extrajudiciales… Cuando un ciudadano sabe que en su país las estadísticas indican que sobre él pende un 50% de probabilidades de sufrir una muerte violenta y un 70% de ser víctima del hampa… ¿Qué razones le quedan para quedarse? Es muy difícil plantearse ver crecer a tu familia con el miedo de perder a un hijo, pareja u otro familiar en cualquier momento y con el desasosiego constante de saberse a merced de todo esto.
- Falta de oportunidades
Puede que esta razón no suene tan grave como la violación de los derechos básicos de los ciudadanos, pero conlleva un durísimo día a día y afecta a todos por igual, desde al profesional universitario hasta al obrero: la falta de empleos; salarios menos que insuficientes para cubrir los costos esenciales de vida; negocios impactados por la inflación galopante, la depresión del consumo y capacidad adquisitiva de la población. Cuando los números no cuadran, es necesario tomar una decisión para subsistir.
Una economía colapsada tiene pocas oportunidades que ofrecer. Resulta difícil encontrar trabajos con buenas condiciones, y las alternativas disponibles tampoco suenan muy propicias. Es lógico plantearse la idea de emprender, pero en medio de una crisis política y social, con cortes de suministros, constantes violaciones a los derechos humanos, persecución política y sensación general de inseguridad… es difícil hacerlo con seguridad. Especialmente en configuraciones sociales y con discursos demagógicos en los cuales se señala al comerciante y al emprendedor como culpables del malestar económico. Cuesta encontrar oportunidades en las cuales invertir tiempo e ilusión, porque todo cambia de un día para otro; cuesta imaginar un futuro en el cual el día a día no consista en vivir con miedo. Entonces, solo queda pensar en qué pasaría si uno se encontrara en un lugar con circunstancias más propicias, si no ideales.
- Salud
Sistemas de salud colapsados y deficientes son endémicos en muchos países latinoamericanos, y hoy día con la crisis sanitaria causada por la COVID-19 este sector se ha impactado negativamente aún más. Hasta los países más prósperos se han visto afectados por terribles olas de contagios. En un momento como este, los ciudadanos requieren que sus gobiernos sepan encontrar un equilibrio entre calidad de vida y medidas preventivas que funcionen.
Esta pandemia histórica pone en evidencia, más que nunca, cuán vital resulta el derecho básico a una sanidad pública, universal y gratuita. En España es nuestro día a día, y tenemos consciencia de contar con uno de los sistemas sanitarios más robustos del mundo, pero sabemos que no todos los países tienen esa suerte.
Emigrar es un proceso difícil, duro, en ocasiones doloroso. Pero muchas veces es la única opción. Hay circunstancias tan diferentes como son las personas que las viven, pero la perspectiva de un futuro más próspero siempre se vive con esperanza. No en vano, una verdadera buena oportunidad es fácil de reconocer.
Por eso es importante valorar cuáles motivos nos impulsan a tomar una decisión tan importante y, como hemos visto, no son pocos.
Y tú, ¿qué opinas? ¿Consideras que existen otras razones de peso para emigrar? ¿Has contemplado la idea de salir de tu país e iniciar una nueva vida en otro lugar? Compártenos tu opinión aquí y no dejes de leernos la próxima semana, cuando estaremos analizando el proceso racional, psicológico y emocional que conlleva la decicisión de emigrar.